Lo que comen las emociones
Por María Jiménez
¿Por qué comemos?
Muchos de vosotros me diréis que es una función vital, que es necesario para vivir, que gracias a ello obtenemos la energía necesaria para que nuestro organismo lleve a cabo sus funciones…
Pero… siempre que comemos, ¿realmente lo necesitamos?
En muchas ocasiones, el hambre que sentimos no es real, no es una necesidad fisiológica, si no que nuestra mente lo enmascara para hacer frente a diferentes emociones que en nuestro día a día se van generando. Seguramente, lo hayas experimentado a lo largo de tu vida en alguna ocasión, ¡sobre todo después de haber vivido una cuarentena! A esto se le denomina hambre emocional.
Existen diferencias importantes entre el hambre real y el hambre emocional, cada una destinada a diferentes fines, utilizadas en diferentes ocasiones y satisfaciendo necesidades dispares.
Una vez identificada qué tipo de hambre estamos experimentando, es importante saber por qué se produce. En la mayoría de los casos, el hambre emocional, intenta disfrazar los problemas que se generan y la solución que las personas (y sí, hablo en plural porque todos en algún momento de nuestra vida hemos pasado por esto) encontramos para sobrellevarlo, es la comida.
La comida nos genera de manera inmediata placer, por ello, es la forma más fácil que encontramos para regular nuestro estado de ánimo y para hacer frente a diferentes emociones. A esto lo denominamos antojo, lo que se define como los deseos subjetivos fuertes o intensos por consumir ciertos alimentos. Es importante saber que los antojos se pueden producir por dos tipos de estímulos, intrínsecos (o internos) como por ejemplo las emociones de las que tanto estamos hablando o extrínsecos (o externos) como la exposición repetida a alimentos a la que estamos sometidos día a día.
Pero esto, en ocasiones, puede conducir a una inadecuada regulación de las emociones, provocando una ingesta excesiva como remedio para intentar eliminar de nuestra cabeza esas emociones desagradables. Esto puede desencadenar en algunas personas un círculo vicioso, es decir, un estado emocional negativo que estimula la ingesta de alimentos, conllevando una sensación de bienestar temporal que en poco tiempo va a provocar malestar, culpabilidad, etc., volviendo al punto de partida.
Un punto muy importante es cuántos antojos nos dan y la intensidad de los mismos, ya que esto va a provocar que nos encontremos en mayor o menor medida dentro del círculo, es decir, cuanto más frecuentes e intensos sean, más nos vamos a introducir en el círculo vicioso y más nos va a costar salir. Asimismo, si estos se vuelven habituales, pueden afectar a la calidad de la alimentación y, como
consecuencia, puede conllevar efectos perjudiciales para la salud a largo plazo. Por lo que una manera de salir de este círculo es aprender a identificar los antojos y saber cómo lidiar con ellos.
Además, en personas con sobrepeso u obesidad, o, simplemente, personas que quieran perder peso, el hambre emocional, puede ocasionar un aumento de peso, consiguiendo una mayor insatisfacción con su físico y una disminución de su autoestima.
¿Y por qué nos da por consumir alimentos como un donuts y no alimentos como frutas?
No todos los alimentos presentan el mismo valor hedónico o lo que solemos llamar palatabilidad. ¿Qué quiere decir esto? Pues que dependiendo del tipo de alimento que consumamos, nuestro organismo va a desencadenar un placer diferente.
Esto va a depender en gran medida de las propiedades organolépticas del producto, es decir, de su sabor, olor, color y textura, lo que va a condicionar de manera significativa la elección de un producto respecto a otro.
Todo esto se consigue mediante el procesamiento de los alimentos. La adicción de sustancias como azúcares simples y grasas refinadas en grandes cantidades va a provocar que los alimentos sean más sabrosos, más apetitosos, más gratificantes, y, que, además, se conviertan en una prioridad en estos momentos de debilidad.
Además, hoy en día, en la sociedad en la que vivimos, nos vemos expuestos constantemente a alimentos no saludables a través de anuncios de comida rápida, en la televisión, redes sociales, vallas publicitarias… Esta provocación constante a la que nos enfrentamos a lo largo del día hace que sea aún más difícil resistirnos a su consumo, y, por tanto, en ciertos momentos podemos caer en su juego.
Y os preguntaréis, ¿Qué podemos hacer para luchar contra el hambre emocional?
Una vez hayamos sido capaces de distinguir el hambre real del hambre emocional, se pueden llevar a cabo una serie de acciones que nos permitan controlar estos episodios de antojos que pueden producirse en ciertos momentos.
Puede resultar de gran ayuda evitar una alimentación con gran cantidad de ultraprocesados (sí, esos productos de los que hemos hablado antes a los que le añaden ciertas sustancias para que nos gusten más sus propiedades y acabemos eligiéndolos), priorizando los alimentos naturales o evitar comer directamente del envase para saber realmente qué cantidades estamos consumiendo. Además, cocinar los platos que vamos a comer puede ser de gran ayuda porque nos permite tener el control sobre lo que comemos y también establecer horarios regulares de comida.
Es importante utilizar otras fuentes de placer alternativas a la comida, independientemente de que se trate del consumo de alimentos sanos o no, como leer, escribir, escuchar música, hacer ejercicio, jugar, etc., ¡hay demasiadas formas de disfrutar alejadas de la comida! Tenemos que ser conscientes de que no necesitamos comer, lo que necesitamos es atender nuestras emociones y pensamientos.
Pero si, aunque hayamos sido capaces de identificar el hambre emocional y sus causas, no podemos controlarla, siempre podemos contar con la ayuda de un equipo profesional para abordar conjuntamente la parte médica, nutricional y psicológica del problema. La figura de un psicólogo nos ayudará a identificar el porqué de los problemas y cómo resolverlos y, por otro lado, la figura de un dietista-nutricionista, que nos puede proporcionar las herramientas necesarias para poder desviar estos antojos hacia un comportamiento más sano e instaurar hábitos nutricionales saludables.
¿Y la próxima vez que sientas hambre emocional, tú qué harás? ¿Correr, escuchar música, ver un capítulo de tu serie favorita, llamar a un amigo o ponerte a saltar?
BIBLIOGRAFÍA
- Hernández M, Eguilaz R De, Martínez B, Aldabe DM, Almiron-roig E, Pérez-diez S, et al. Endocrinología , Diabetes y Nutrición Multisensory influence on eating
behavior : Hedonic consumption ଝ. Endocrinol Diabetes y Nutr [Internet]. 2018;(xx). Available from: http://dx.doi.org/10.1016/j.endien.2018.03.003 - Myers CA, Martin CK, Apolzan JW. Food cravings and body weight : aconditioning response. 2018;25(5):298–302.
- Sun W, Kober H. Regulating Food Craving: From Mechanisms to Interventions. Physiol Behav [Internet]. 2020;112878. Available from: https://doi.org/10.1016/j.physbeh.2020.112878
AUTORA: María Jiménez. Dietista-Nutricionista. Alumna del Máster de Nutrición personalizada y comunitaria de la Universidad de Valencia.
Colaboración y Artículo creado como trabajo práctico del máster de Nutrición personalizada y comunitaria impartido en la clínica Universitaria de Nutrición, fisioterapia y Actividad Física (CUNAFF) de la Universidad de Valencia.
Artículo relacionado con https://tdcnutricion.net/2016/01/14/el-hambre-emocional-las-ganas-de-comer-cuando-tenemos-emociones-por-dietista-nutricionista-y-psicologo-ruben-mora-y-toni-duran/
TDC NUTRICIÓN
tdcnutricion@gmail.com
